Albarara Cru Artigianale 2022 Santa Lucia Biodinamica

Albarara Cru Artigianale

Romagna Albana DOCG Seco | Fermentación espontánea – Crianza en acero y roble – Sin clarificar

Un Albana intenso, artesanal, con alma y estructura.
Elaborado con Albana 100% de un solo viñedo situado a 400 m de altitud sobre suelos calizos con vetas de toba. Vendimia manual, fermentación natural y una crianza mixta lo convierten en un vino profundo, cálido y muy expresivo.

Cosecha manual, mínima intervención

La uva se recolecta a mano en cajas de 25 kg, con una cuidadosa selección en planta y bodega. Prensado del racimo entero y fermentación espontánea con levaduras autóctonas, mitad en acero, mitad en roble. Crianza de 8 meses sobre lías finas con bâtonnage, y mínimo 12 meses en botella.

Elegante, persistente, mineral

Color amarillo pajizo con reflejos dorados. Aromas florales, frutas maduras y especias. En boca es amplio, cálido y envolvente, con final largo y ligera nota mineral. Ideal para la gastronomía o como vino de meditación.

Albana con futuro

Su pico de expresión llega tras 3 años, con una capacidad de guarda superior a 10 años. Un referente moderno del Albana romañolo.

Ficha técnica

• Denominación: Romagna Albana DOCG Seco

• Variedad: 100% Albana (autóctona)

• Viñedo: “Roversano”, San Carlo (FC), Italia

• Altitud: 400 m s.n.m.

• Exposición: Sureste

• Suelo: Arenoso-calizo con vetas de toba

• Sistema: Guyot

• Rendimiento: 1 kg/cepa | 3.500 cepas/ha

• Vendimia: Manual en cajas

• Vinificación: Fermentación espontánea – 50% acero, 50% roble

• Crianza: 8 meses sobre lías – 12 meses en botella

• Alcohol: 14,5% vol

• Servicio: 14 °C

• Maridaje: Pescado al horno, mariscos, risottos, carnes blancas, quesos curados

• Longevidad: Más de 10 años | Pico: 3 años

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Tenuta Biodinámica Santa Lucia

Una historia de tierra, familia y decisiones valientes

Tenuta Santa Lucia nació a finales de los años 60 en el corazón de Romaña, en Mercato Saraceno, en el alto valle del Savio. Una zona colinosa rica en historia agrícola, donde el cultivo de la vid forma parte de una tradición milenaria. La finca cubre unas 100 hectáreas, de las cuales 15 están dedicadas al viñedo, a 250 metros de altitud. Al principio, la producción era diversificada: cereales, carne, leche, fruta y vino, todo orientado a la autosuficiencia. Pero a finales de los años 90 se da un giro decisivo: Santa Lucia se especializa en viticultura, con una visión clara, auténtica y profundamente ligada al territorio.

La agricultura como escucha: filosofía biodinámica y respeto por la naturaleza

Dirigida por Paride Benedetti, la finca adopta desde el principio un enfoque ético y no convencional. En el centro está el respeto absoluto por la tierra y por las variedades que brotan de forma espontánea. El objetivo no es solo producir vino, sino crear armonía entre el hombre, la naturaleza y el paisaje, recuperando un equilibrio ancestral. Se siguen exclusivamente prácticas biológicas y biodinámicas, rechazando cualquier método forzado o químico. La viña se cuida con atención artesanal, escuchando la energía viva del suelo y sin imponer procesos ajenos al ritmo natural.

Vinos como expresión pura del territorio

En bodega, cada decisión está orientada a preservar la identidad de la uva y del terroir. Nada de estandarización, nada de atajos. Las protagonistas son variedades autóctonas: Sangiovese, Albana, Famoso, Centesimino, cepas antiguas que han evolucionado en estas tierras durante siglos. La vinificación es mínima, respetuosa y sin intervenciones innecesarias: fermentaciones espontáneas, levaduras indígenas, crianzas equilibradas y sin tratamientos invasivos. Así nacen vinos sinceros, vibrantes y expresivos, que cuentan con fuerza la historia de su tierra. Cada botella es una declaración: Romaña, sin filtros ni artificios.

Un acto cultural frente a la globalización uniforme

Santa Lucia no es solo una bodega: es un bastión cultural y agrícola. Frente a la globalización industrial, la finca defiende la pequeña escala, la biodiversidad y la relación con el territorio. Cultivar variedades autóctonas, trabajar con respeto y generar valor local es un compromiso social y político. El vino se convierte así no solo en un producto, sino en un relato líquido, en una memoria embotellada de paisajes y tradiciones. Santa Lucia demuestra que otra forma de hacer vino es posible, moderna pero con raíces profundas.