Dolce Vita 2022 Julien Peyras

Dolce Vita 2022

Sol, piedra y uva: el alma del sur

Dolce Vita 2022 es una mezcla de Grenache, Syrah y Mourvèdre cultivadas en suelos calcáreos y basálticos cerca de Paulhan, en el sur de Francia. Las viñas se trabajan según los principios de la biodinámica, sin químicos ni técnicas invasivas. Julien Peyras busca el equilibrio natural de la planta, respetando los ritmos estacionales. La vendimia se realiza a mano en el momento óptimo de maduración, combinando fruta y frescura.

Un vino mediterráneo, luminoso y lleno de autenticidad.

Vinificación artesanal y sin intervención

La vinificación se realiza de forma espontánea, sin sulfitos, sin clarificación ni filtración. Cada variedad se vinifica por separado en cubas abiertas, con una maceración de unos 10 días. Luego del ensamblaje, el vino reposa 8 meses en depósitos de acero inoxidable.

El resultado es un vino vivo, jugoso y sincero, con expresión varietal y gran bebibilidad.

Variedades y notas de cata

Dolce Vita 2022 es un coupage de Grenache, Syrah y Mourvèdre. Color rojo rubí brillante con reflejos violáceos. En nariz muestra fresa, cereza, especias dulces y una nota floral fresca. En boca es jugoso, ágil, con final salino y un toque especiado que invita a seguir bebiendo.

Ficha técnica

• Añada: 2022

• Región: Paulhan, Hérault

• Variedades: Grenache, Syrah, Mourvèdre

• Agricultura: Orgánica y biodinámica (no certificada)

• Vendimia: Manual

• Vinificación: Levaduras autóctonas, sin aditivos

• Maceración: ~10 días

• Crianza: 8 meses en acero inoxidable

• Clarificación: Ninguna

• Filtración: Ninguna

• Sulfitos: No añadidos

• Alcohol: ~12% vol

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Domaine Julien Peyras

Una viticultura basada en el respeto profundo por la tierra

Julien Peyras cultiva sus viñas en las colinas del Languedoc, en el sur de Francia, en un entorno agrícola donde el clima mediterráneo y la biodiversidad espontánea conviven en equilibrio. Desde el inicio, su elección ha sido radical: ningún tratamiento químico, ni en el viñedo ni en la bodega. El suelo se trabaja de forma suave, a menudo a mano, para no alterar su vitalidad. Las viñas se cultivan con un enfoque ecológico, siguiendo un calendario lunar que favorece la armonía entre planta, suelo y estación.

El viñedo se convierte en un ecosistema vivo. No se trata solo de cultivar uvas, sino de observar, escuchar y acompañar a la naturaleza en su ritmo. Julien trabaja con viñas viejas, muchas con pie franco, y apuesta por variedades autóctonas y resistentes como Cinsault, Carignan, Garnacha y Syrah, que expresan una identidad profundamente territorial en sus suelos arcillo-calcáreos. La hierba crece libremente, los insectos circulan sin obstáculos y el equilibrio se mantiene sin forzar.

Vinificaciones instintivas y sin concesiones

En la bodega, Julien sigue el mismo principio que en el campo: dejar que el vino se exprese, sin máscaras ni correcciones. Las uvas se despalillan a mano y se pisan con los pies, como antiguamente, en depósitos abiertos. Las fermentaciones son espontáneas, sin levaduras añadidas ni control de temperatura. El mosto se acompaña con delicadeza e intuición, buscando preservar la energía y la transparencia de cada cosecha.

Sus vinos no se filtran ni clarifican, y no contienen sulfitos añadidos, ni siquiera en el embotellado. El resultado son vinos libres, vibrantes y a menudo sorprendentes, que cuentan cada añada de forma única. Cada botella es fruto de una filosofía artesanal y radical, que rechaza la estandarización en favor de la verdad del jugo de uva fermentado. Un enfoque que requiere confianza, paciencia y una escucha constante, como si el vino tuviera vida propia.