Corton Charlemagne 2020 Domaine Romanèe Conti

Corton-Charlemagne Grand Cru 2020

La pureza de la Borgoña blanca según el mito de Vosne

En el viñedo: un nuevo capítulo, con el mismo rigor absoluto

2020 marca una de las primeras cosechas de Corton-Charlemagne del Domaine de la Romanée-Conti, que adquirió estas históricas parcelas en la colina de Corton en 2018. Como es tradición, la viticultura es meticulosa: agricultura biodinámica certificada, trabajos manuales y rendimientos bajísimos. Los suelos calcáreos y minerales dan vida a una Chardonnay de altísima concentración y tensión natural, expresando a la perfección la identidad del terroir. El DRC interpreta este blanco con una filosofía basada en la precisión, la lentitud y el respeto profundo por la naturaleza.

En bodega: vinificación no intervencionista, pero profundamente controlada

La fermentación se realiza en madera con levaduras autóctonas, sin control térmico artificial. El principio es claro: dejar hablar al vino sin forzarlo. La crianza dura 18 meses en barricas nuevas de roble francés, siempre con mesura, para que la madera nunca domine. No hay clarificación ni filtración, solo tiempo, gravedad y paciencia. La añada 2020 ofrece profundidad, pureza y tensión vertical, demostrando que también en los blancos, el DRC deja una huella inconfundible.

El vino: un Chardonnay esculpido en piedra

Amarillo dorado intenso, brillante, con matices verdosos. En nariz, una explosión de pedernal, flores blancas, cáscara de cítricos y avellanas, con un fondo salino casi marino. En boca es vertical, profundo, salino y largo, con una textura tensa pero cremosa y un final mineral amplísimo.

🧾 Ficha técnica

• Variedad: 100% Chardonnay

• Origen: Corton-Charlemagne Grand Cru, Côte de Beaune, Borgoña

• Agricultura: Biodinámica certificada

• Fermentación: Espontánea con levaduras autóctonas

• Crianza: 18 meses en barrica nueva

• Producción: Extremadamente limitada

• Grado alcohólico: ~13,5% vol.

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Domaine de la Romanée‑Conti

La esencia absoluta de Borgoña, cimentada en el rigor, la tierra y el tiempo

El Domaine de la Romanée‑Conti, conocido simplemente como DRC, es mucho más que un productor de vino: es un icono global y un símbolo de perfección enológica en el corazón de la Côte de Nuits, en Vosne‑Romanée. Su historia se remonta siglos atrás, y está ligada a la legendaria viña homónima —la Romanée‑Conti—ya venerada en el siglo XVIII y deseada por nobles y cardenales. Su forma moderna se consolidó en el siglo XX bajo las familias de Villaine y Leroy, que siguen compartiendo su gestión y visión. Todos sus viñedos son Grand Cru, situados en las parcelas más nobles de la Borgoña, desde La Tâche y Richebourg hasta Romanée‑Saint‑Vivant y Montrachet. La producción es extremadamente limitada, y cada botella encarna una búsqueda extrema de pureza, profundidad y coherencia con el terruño.

En viñedo: biodinámica rigurosa y respeto absoluto al terroir

En el Domaine, la viticultura no es una moda, sino una convicción profunda. Sus viñedos cuentan con certificación biodinámica desde hace años, aunque el respeto por la tierra precede a cualquier sello. Todas las labores, incluida la vendimia, son manuales, enfocadas en la expresión máxima de cada cru. La vid se trata individualmente, sin forzamientos, sin riego, sin productos sintéticos. Los rendimientos son extremadamente bajos, y, junto a la antigüedad de las viñas, generan uvas de concentración y complejidad únicas. El concepto central es el tiempo: el tiempo para escuchar la tierra, observar la viña y esperar la madurez exacta. Solo así se logra un vino que trasciende décadas.

En bodega: rigor, gravedad y un clasicismo casi religioso

La vinificación en DRC se lleva a cabo con un rigor casi monástico, observando cada micro-parcela con meticulosidad. Las uvas se seleccionan una por una, con un criterio casi obsesivo. La fermentación ocurre en depósitos de roble con levaduras autóctonas, frecuentemente con racimo entero, y sin control artificial de temperatura. El mosto sigue su camino natural, sin intervención mecánica. Tras la fermentación, los vinos maduran unos 18 meses en barricas nuevas al 100%, siempre con la finalidad de conservar la identidad y no enmascararla. No se toleran atajos ni compromisos. Cada cuvée se embotella sin filtrar después de una evolución lenta, precisa y silenciosa. El resultado es un vino fuera del tiempo, sin modas ni concesiones, que habla con una voz única, etérea y vibrante.